Tíbet en Barcelona

Abro la puerta y Tíbet comienza su rutina,

es un buen día para una larga inspección.

Importante visitar a Pebbles y seguidamente a Nina, hacer su ronda matutina mientras ronronea, tomar el sol en el balcón, y tumbar un poco las cosas por ahí.

Acá manda el y su pequeña pandilla,

ellos deciden donde y cuándo, quién y cómo, por qué y para qué.

Esto no es negociable.

Esto no se discute.

Tíbet en Barcelona…la vecindad gira en torno a él.

Es un Don Juan de amores cortos pero sinceros, y pareciera que las niñas mininas se muriesen por el.

Tíbet en Barcelona, dueño y señor…

Un día cualquiera me lo encontré curioseando por los corredores del edificio, indagando con el cartero seguramente, observando a los inquilinos, imponiendo sus colores. Me miró extrañado pues no acostumbraba a verme durante esas horas, después, me ignoró con estilo…

Tíbet en Barcelona, de bigotes y corbatín.

Si te descuidas, está entre las cobijas, desparramado en la almohada, y si lo intentas mover, te mira rayado…pero se mueve, porque ante todo, Tíbet es un caballero.

Además, ¿quien dijo que no se podía hacer su voluntad también en las noches? Saltar de cama en cama, dormir a su antojo, asegurarse que las puertas no estén del todo cerradas para abrirlas con facilidad, sin miedo a importunar, sin vergüenza, y porque no, preferiblemente muy de madrugada, tumbar un poco las cosas por ahí.